Karina Engel, exrehén, pide recuperar el cuerpo de su marido tras el «infierno» de estos últimos dos años

Publicado 15 Sep 2025 12:22

Vivían en el kibutz Nir Oz, uno de los asaltados por Hamás en lo que el propio Ejército reconoce como «el fallo de seguridad más grande» en la historia de Israel

TEL AVIV, 15 Sep. (De la enviada especial de Europa Press, Raquel Coto) –

Nueve rehenes del kibutz Nir Oz, el más golpeado por la masacre del 7 de octubre de 2023 perpetrada por el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás), siguen todavía retenidos en la Franja de Gaza dos años después de que cientos de terroristas entrasen hacia territorio israelí por al menos cuatro puntos desde el enclave palestino. La esposa de Ronen Engel, Karina, secuestrada también durante los ataques, mantiene ahora la esperanza de recuperar los restos mortales de su marido para poder darle un funeral digno y cerrar una etapa de su vida que ha definido como un «infierno».

«Por supuesto que todos, pero todos los 48 tienen que volver. No es unos sí y otros no. No es si este vale más o si este vale menos. Los vivos, por supuesto, es la prioridad, pero tienen que volver ahora porque se pueden salvar. Para nosotros, las familias que tenemos gente que falleció, es importante –pero no solamente para nosotros sino para el mundo entero– que ellos vuelvan a sus tierras», ha explicado durante una visita con un grupo de periodistas al kibutz organizada por la Embajada de Israel en España.

Karina Engelbert, que actualmente vive en la ciudad de Kiryat Gat, ha definido Nir Oz como «un lugar lleno de dolor». «Era el lugar más seguro, mi paraíso privado, y todo eso en pocas horas desaparece. Un infierno que ha seguido durante 704 días porque el infierno no se ha terminado. Si nos pasó a nosotros le puede pasar a cualquiera», ha afirmado la víctima, que llegó a perder más de 12 kilos durante los 52 días que permaneció retenida en Gaza, 23 de ellos separada de sus dos hijas, Mika y Yuval, de 18 y once años en el momento del secuestro.

La superviviente, de nacionalidad argentina, cuenta que su marido Ronen trató de contener a los milicianos de Hamás con su arma personal mientras ella y sus dos hijas permanecían escondidas dentro de la cámara de seguridad. Sin embargo, no logró mantener mucho tiempo la puerta cerrada y un grupo de terroristas irrumpió con violencia en la casa, llevándosela primero a ella y, poco después, a las dos niñas. Durante el traslado junto a sus captores en moto, Mika y Yuval tuvieron un accidente; malheridas, fueron trasladadas al Hospital Nasser, donde permanecieron bajo custodia de Hamás hasta su liberación.

En su caso, Karina pasó primero por una casa en el sur del enclave que carecía de ventanas y en la que estuvo 23 días junto a tres rehenes más antes de reencontrarse con sus hijas en el Hospital Nasser. «Yo sabía que estaba en Jan Yunis y que estaba a dos kilómetros de mi casa. Muy rápido, a los pocos minutos de haber sido secuestrada, me di cuenta de que iba a ser como una moneda de cambio y que si estaba viva mi precio sería mucho más alto que muerta; que iban a intentar mantenerme con vida. Esa es la orden que recibieron en el momento en el que me secuestraron», ha aseverado.

Las tres fueron liberadas en noviembre de 2023 en virtud del acuerdo firmado entre Israel y Hamás, si bien el cuerpo de Ronen permanece todavía en la Franja de Gaza. «Ellos manejaban cuadernos con los nombres de todos. Sabían quién era quién, cuál era su nombre, su estado civil, si tenía otra ciudadanía, el número de los teléfonos, el documento de identidad y sabían exactamente quiénes eran mis hijas. No fue por casualidad que ellos me llevaran desde la casa en la que estaba al hospital Nasser. Estaban muy organizados», ha subrayado.

Karina también ha denunciado la «guerra psicológica» a la que fue sometida por los terroristas durante su cautiverio. «Cuando yo les preguntaba dónde estaban Mika y Yuval me contestaban que en Tel Aviv; que podía estar segura de que estaban bien. Nos contaban cosas como que en dos o tres días esto se acababa. Todos los días eran mentiras y eso era otra forma de mantenernos como animalitos enjaulados», ha dicho la superviviente, que como tantas otras víctimas de la masacre ha afirmado que ha sido incapaz de reconstruir su vida.

La exrehén, que nació en la provincia argentina de Córdoba y emigró a Israel con su familia en 1989, ha empezado a canalizar lo que siente a través del ejercicio físico. «Estoy aprendiendo ahora a dar golpes», ha subrayado, explicando que tiene un entrenador personal. En medio de la tragedia, recuerda también con alivio que su hijo Tom, que sirve en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), logró escapar del ataque porque justo ese fin de semana no estaba en el kibutz y no fue secuestrado por la milicia como el resto de la familia.

El portavoz del Ejército en español, Roni Kaplan, ha reconocido que el 7 de octubre ha sido «el fallo de seguridad más grande» del Ejército desde la creación del Estado de Israel y ha afirmado que la ofensiva actual «no es bajo ningún concepto contra la población civil», sino contra el grupo islamista. «Hamás se esconde detrás de su población. Israel está haciendo todo lo que está dentro de sus posibilidades para disminuir el daño a la población civil de Gaza y maximizar el daño al terrorismo, así como lo establece nuestra responsabilidad según el Derecho Humanitario», ha resaltado.

Uno de los factores que motivaron a Hamás a llevar a cabo los ataques fue su intención hacer descarrilar el proceso de normalización de relaciones con Arabia Saudí, que empezó a cobrar fuerza tras la llegada del príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salmán, al poder y su acercamiento al presidente estadounidense, Donald Trump. A ello se suma el interés de la milicia por aprovechar las tensiones internas en Israel tras el regreso al poder del primer ministro, Benjamin Netanyahu, y la creciente ola de protestas contra algunas de sus medidas, en especial la reforma judicial.

«La historia de Karina es la punta del iceberg. Israel está luchando una guerra existencial que tiene dos objetivos: devolver a 48 secuestrados, incluido el esposo de Karina, y desmantelar a Hamás desde el punto de vista militar y desde el punto de vista gubernamental», ha subrayado Kaplan, agregando que la milicia palestina, a la que ha definido como «representante del islam radical político» en la frontera con Israel, no quiere ganar una guerra», sino prolongarla para evitar la victoria de Israel.

El kibutz Nir Oz, situado a escasos tres kilómetros de la frontera con el enclave palestino, fue uno de los asentamientos más devastados durante los atentados de Hamás. De los 417 residentes, al menos 117 fueron asesinados o secuestrados y un tercio de las casas del kibutz quedaron reducidas a cenizas. Desde entonces el lugar, considerado ya por los israelíes como un espacio de memoria, se conserva prácticamente intacto para recordar la magnitud de la tragedia. Solo siete de sus habitantes han regresado.

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