Trabajos de excavación arqueológica en Santa María de Melque, San Martín de Montalbán (Toledo).

Publicado 11 Oct 2025 10:44

Melque, ese conjunto mozárabe edificado a finales del siglo VIII que pudo ser «la catedral de la época», tiene las claves para entender el alto medievo peninsular. Su excavación, la única que se acomete a nivel europeo en un yacimiento de este tipo, certifica su monumentalidad y que fue algo más que un monasterio.

Pero, ¿por qué tuvo una vida corta y se abandonó?, ¿qué relación tuvo con la autoridad musulmana de la época? ¿convivió con otros asentamientos? Aunque todas estas incógnitas impiden conocer lo ocurrido en este hipnótico enclave situado en San Martín de Montalbán, un equipo multidisciplinar trabaja desde hace cuatro años en intentar reconstruir su historia.

Así lo explica a Europa Press, María Ángeles Utrero Agudo, arqueóloga e investigadora de la Escuela de Estudios Árabes, y que capitanea un grupo de profesionales de la citada EEA, del Instituto de Historia (IH, CSIC), del Instituto Geológico Minero de España (IGME, CSIC) y de la Universidad Complutense de Madrid, que ha vuelto a trabajar allí durante el mes de septiembre.

En esta campaña, y tras las excavaciones realizadas en las estructuras monásticas que se sitúan por debajo de la iglesia, en una zona conocida como patio inferior que fue abierta en los años 70, este equipo ha podido concluir que ambas partes son del mismo periodo histórico.

De igual modo, han obtenido dataciones similares a las propuestas en los años 90 por Luis Caballero, que abrió debate sobre la arquitectura altoemedieval peninsular al reclasificar Melque como una construcción de inicios de la arquitectura mozárabe temprana. Para ello, se basó en los restos cerámicos emirales hallados en las fosas de fundación de la iglesia, que evidencian que no puede ser visigoda.

«¿Esto qué quiere decir? Es un monasterio cristiano que se funda cuando este territorio es Al-Ándalus, en época islámica. No es un fenómeno anómalo, sabemos que pasa en otros lugares de la mitad surpeninsular y del Mediterraneo», indica Utrero.

El bagaje de estos 30 años y los trabajos realizados en otros lugares les ha permitido «redimensionar» la arquitectura mozárabe, incluida Melque, y entenderla en un contexto tecnológico, social o cultural, «saliendo de ese debate estricto sobre si es del siglo VII o del IX y qué significa ser de un momento o de otro».

Así, y gracias a esas luces largas con las que miran, estos investigadores han establecido que el monasterio, más allá de ese aspecto estrictamente religioso, funcionaba como un enclave económico-productivo, que da sentido a su presencia en este lugar y explica la «monumentalidad» del conjunto.

«Cuando se descubrió, hace más de un siglo, sólo mirábamos a la iglesia. Ahora nuestro foco se ha abierto y nuestras preguntas afectan al yacimiento desde el entorno y al entorno desde el yacimiento. Esa pregunta recíproca se retroalimenta y hace que la investigación sea mucho más rica».

Pero esta investigación, explica Utrero, es lenta y, para que sea rigurosa, necesita tiempo y recursos. No obstante, gracias a las ayudas de la Junta de Comunidades, de la Diputación de Toledo, del Ayuntamiento de San Martín de Montalbán, del CSIC –institución principal de este proyecto–, de la Universidad Complutense de Madrid y de la Fundación de Cultura Islámica, este equipo ha podido retomar los trabajos en un yacimiento que estaba parado a nivel arqueológico.

«Hemos reabierto un espacio de investigación clave para el alto medievo peninsular. Además, este año nos han concedido un proyecto europeo, que lidera el CSIC y que dura cinco años, para estudiar no sólo Melque, sino otros monasterios de Al-Andalus, situados en el entorno de Mérida, de Córdoba, Guadix (Granada) y Mértola (Portugal)».

«Son territorios que, o bien cuentan con fundaciones de época visigoda que perviven a pesar de la llegada de la población islámica, o con fundaciones cristianas que tienen lugar en esa nueva época islámica. Queremos estudiar qué ocurre en realidad con esas comunidades monásticas con la llegada del Islam, porque vivimos bajo ese tópico de que llegan los árabes y los cristianos huyen, y hay indicios suficientes para decir que no fue así, que hay pervivencias y que, incluso, se construyen monasterios nuevos bajo autoridad musulmana, como parece ser el caso de Santa María de Melque», añade esta investigadora de la Escuela de Estudios Árabes, que desliza que quizá estos lugares jugaron un papel importante en la relación con la autoridad musulmana.

«Esto abre muchísimas preguntas. Por ejemplo, ¿de quién era la tierra donde se funda este monasterio?, ¿quién lo funda?, ¿quién tiene los recursos para levantarlo?, ¿por qué lo hace aquí y no en un territorio cristiano, o qué rol juegan estos conjuntos y qué relación tienen entre ellos?», cuestiona.

De momento, y gracias a las sucesivas excavaciones, este equipo ha descifrado que los primeros moradores de Melque, al llegar, hicieron un estudio del territorio, porque se asentaron en un lugar donde había agua, llegando a construir cuatro presas. También dispusieron de una cantera cercana, de donde obtuvieron el material empleado para construir la iglesia y parte de las estructuras monásticas que la rodean.

Aunque no tenían una gran producción agrícola que generase excedente, sí disponían de una agricultura menor y de una cabaña ganadera. «También encontramos pescado, lo que quiere decir que es una comunidad que tiene capacidad para transportarlo y consumirlo», relata Utrero.

No obstante, aunque esta comunidad originaria parece que tuvo muchos recursos, tuvo una pervivencia corta. «Por lo que nos dan los datos arqueológicos, no creemos que viviesen en ella más de un siglo. Eso no significa que el lugar se abandonase, porque luego estuvo ocupado y reocupado, pero ya en un estado de semirruina, con un poblado de época posterior islámica, que se abandona otra vez, y así una secuencia que llega hasta hoy».

«Queda mucha labor por hacer», reconoce esta arqueóloga que precisa que, aunque, de momento, no han encontrado «tesoros», sí «llaman la atención» las estructuras hidráulicas que están apareciendo, inéditas a día de hoy.

«Melque es la punta del iceberg y es la primera de muchas cosas que hay que explicar. Vamos por buen camino», asevera la responsable de este equipo científico, que también trabaja para que las excavaciones que están realizando se conserven y se incorporen al itinerario visitable que conforma la iglesia y el centro de interpretación que gestiona la Diputación de Toledo, a fin de visibilizar la labor que realizan y que su arduo trabajo permée en la sociedad.

«La visita sería más bonita, más enriquecedora» señala convencida Utrero, que cree que serviría para resignificar el lugar y para que la población local, vinculada emocionalmente con su «ermita» generación tras generación, comprenda la «verdadera importancia del sitio».

Lo que no sustenta esta investigadora que desentierra ese brillante pasado de Melque es el halo legendario y mágico que, para muchas personas, envuelve a este milenario complejo monástico.

«Independientemente de ser científica, soy muy incrédula. Normalmente, muchas de estas leyendas se crean en momentos modernos. No sabemos de dónde vienen, pero se retroalimentan y se asientan. Pero cuando rascas, no encuentras el argumento. Arqueológicamente, no nos hemos encontrado la mesa. Si la encuentro, te llamamos», zanja con ironía, en alusión a las «leyendas» que indican que varios tesoros visigodos, entre otros la Mesa del Rey Salomón, pudieron ocultarse en este magnético rincón de San Martín de Montalbán.

De momento, habrá que seguir esperando a que estos investigadores sigan despejan las múltiples incógnitas que rodean a este lugar único, que es un tesoro en sí mismo.

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